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El 13 de septiembre de 1917, la Virgen de Fátima les anunció a los tres pastorcitos la venida de Nuestra Señora al Monte Carmelo el mes siguiente. El 13 de octubre, durante la clausura del ciclo de las apariciones, cuando la conversación de Lucía con Nuestra Señora del Rosario había llegado a su fin, cuando la muchedumbre contemplaba el grandioso milagro cósmico, los tres pastorcitos experimentaron varias visiones. Se les concedió el poder admirar en el cielo tres imágenes sucesivas, la última de las cuales era la de Nuestra Señora del Monte Carmelo recordando los Misterios Gloriosos del Rosario. Esa misma tarde, Lucía le relataría su visión al Canónigo Formigao: Al final, la Virgen, Quien se me apareció, "creo que era Nuestra Señora del Monte Carmelo."
A finales de la década de los 40, en el transcurso de una conversación con tres sacerdotes Carmelitas, el Padre Donald O’Callagham, el Padre Albert Ward y el Padre Luis Gonzaga de Oliveira, la Hermana María-Lucía del Inmaculado Corazón (conocida como la Hermana Lucía) recordó que la Santísima Virgen María deseaba que se propagara la devoción del santo Escapulario. Si Nuestra Señora, durante Su última aparición pública, lo tuvo en Sus manos, fue para urgirnos a que lo llevásemos puesto, exactamente como ocurrió en las apariciones previas, la presencia de Su Rosario claramente había manifestado los deseos de Su Corazón.
La mensajera del Cielo también se lo explicó al Padre Howard Rafferty cuando éste la interrogó en nombre del Superior General de los Carmelitas, el 15 de octubre de 1950: “Nuestra Señora”, le dijo Lucía, "sostenía en Sus manos el Escapulario porque Ella desea que todos lo llevemos puesto."
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